Has llegado a un punto en que te das la vuelta y te das cuenta todo lo que has caminado sin darte cuenta. Buen sendero y buena compañía ayudan a que los pasos se sucedan sin prisa pero sin pausa. Pequeños obstáculos que se superan sin darse cuenta, hasta que paras y te da vértigo porqué ya no puedes volver atrás y has parado la inercia que te hacía seguir hacia adelante.
Momentos de pausa, para comer e hidratarse, quizás alguna foto. Te enfrías y aparecen todos los males, es posible que no lleves el equipo necesario para estar parado, te toca continuar pero no ves claro el camino, la niebla está delante y el mapa de poco sirve si no tienes referencias.
Retomas el camino con miedo y sin tener claro si tendrás que volver atrás porqué caminas al filo del abismo. Inseguridad y dudas de cómo pudiste llegar hasta allí arriba con lo sencillo que era el camino del valle al lado del refugio.

Es la barrera que quiere que te rindas, que regreses al refugio sin conseguir dejar tu huella en la cima. Tú fracaso arrastra a los que te acompañan, la montaña pudo contigo o fue tú mente que no pudo con ella.
Fantasmas del pasado aparecen, pensamientos negativos, frustración.
Has vuelto a fallar, pensaste que sería fácil porque entrenaste bien, pero el reto te supera.
Vuelve al campo base, recuerda la experiencia, ya puedes planear el siguiente intento.
Descansa en el refugio, observa la montaña, escucha a tú cuerpo, entrena tus sensaciones…

Perder el camino y encontrarse a uno mismo para volver a tú sendero.
