Estos últimos días han sido intensos en sensaciones, sin hacer nada extraordinario.
El viernes fuimos a una playa canina para que Rex descubriese el Mar. No es un perro de agua, pero disfruto las olas en mi compañía. Un playa casi vacía en un día nublado, pero con temperatura agradable y un mar bastante picado.
Las gaviotas les llamaron la atención y durante bastantes metros siguiendo a un pareja en pleno vuelo, hasta que se dio cuenta que no las alcanzaría, pero la carrera fue digna de medalla olímpica.



Sábado pude confirmar el tópico de que nunca se olvida montar en bicicleta. Más de 20 años sin montar, nunca fui muy aficionado, pero ayer lo hice un rato y me encontré mejor de lo que pensaba. Claro en llano, en bajadas serían necesarias horas de práctica.
Hemos comprado una bicicleta de montaña de Segunda mano para mi mujer o en alguna ocasión acompañar a mi hijo mayor que ahora le gusta bastante.


Un reencuentro con alguien que pude compartir muchos kilómetros de paseo en pleno horario laboral, ventajas de ser conductor de taxi en Barcelona, con una zona de espera al lado de una reserva natural.
Se me olvidó explicar que durante la mañana pude hablar con una pareja acampada en Centelles y ayudar a reparar su furgoneta, por lo menos dar ideas. Siempre que puedo aprovecho a practicar mi inglés

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