Un fin de semana tranquilo sin descubrir nuevos lugares. Una vez más no me apetecía tener aglomeraciones y pocas ganas de pasar calor. Aún así he corrido y caminado por mis circuitos habituales, siempre a punto para disfrutarlos cómo si fuera el jardín de casa. A unos días del inicio de la Canícula, con calma de saber que ya estamos adaptados al calor veraniego. Un poco de cansancio, pero sobretodo un poco de estrés laboral después de jornadas maratonianas.

El verano época en que a casi todo el mundo le apetece salir, hacer actividades para quejarse de que calor hace… Precios altos en el alojamiento que no invitan a escaparse. Personalmente no es mi mejor estación, por suerte voy tachando días para su final…

Campos dorados y caminos polvorientos en un año tan seco. Me motiva más cuando esta todo verde, los cambios de color…
Es el ciclo de la vida, hay que pasar esta etapa veraniega, ver cómo agoniza la luz pero el calor aún persiste, el mar se enfría lentamente y es fuente de energía para las grandes tormentas mediterráneas otoñales.

Los tomates para mí siempre fueron lo mejor del verano, ahora es mi hijo el que los disfruta cada día pasando unos días con los abuelos.

Ese huerto con sus tomates es muy importante para toda la familia, gracias al esfuerzo de mi padre que disfruta de su pasión de cultivar la tierra.