Mirar atrás y ver el camino andado

Días que un le da un poco de nostalgia, el verano no especialmente cuando más me da, pero ahora que ya van acortando los días, la canícula que ya va llegando a su fin y por supuesto la ganas de que bajen las temperaturas en el ansiado otoño, ayudan a dicha nostalgia.

Ayer por la tarde jugando con mis hijos en una plaza al lado de casa que últimamente está llena de niños, me recordó a mi infancia. Yo vivi la infancia en la calle, la suerte de vivir en una calle sin salida y con un buen parque.

Es bonito ver como juegan las nuevas generaciones, como hay cosas que nunca cambian. Guerras de globos de agua, partidos de fútbol donde los bancos son las porterias.

Cuando dicen el año de su nacimiento y puedes recordar perfectamente cómo vivías por aquel entonces.

Vas sumando años y puedes decir hace 20 años o más. Recuerdo conversaciones con mi padre en las que siempre me pregunté como era la vida 20 años antes… Ahora soy yo el que puede dar respuestas.

Años que han pasado rápido, pero que llenos de páginas están.

Esta década que quieren pisar el acelerador para cumplir la famosa agenda 2030 de un nuevo mundo global. Me pregunto que quedará de esa esencia que aún veo en la calle a pesar de ser generaciones muy diferentes.

El ansiado retorno al mundo rural que ahora está ganando adeptos a marchas forzadas por la situación actual de amenaza de encierro.

Pueblos que tienen que volverse a llenar de vida para que vuelvan a tener servicios.

Mundo rural que aporta un poco de paz a este ritmo endiablado que nos lleva al estrés

Productos de kilómetro cero que necesitan salida directa sin intermediarios para conseguir un mejor precio para el consumidor y un mayor beneficio para el que los trabaja. La tecnología permite hacerlo, del campo a casa, calidad y eficiencia energética. Yo ya consumo algún producto así y creo que ese es el futuro.
Hay que hacer un poco de guerra al capitalismo salvaje que nos han marcado, que quiere convertir en esclavos a lose de abajo. Somos la mayoría, sólo hace falta ayudarnos más, olvidarse de envidias y generar riqueza a los de tú mismo nivel, poniendo en jaque a las mafias que dominan el mercado a base de explotar a unos trabajadores demasiado sumisos y sobretodo con el cerebro lleno de miedos.

El miedo es un veneno que lleva años y aún no se ha encontrado vacuna. Siempre hay algo para meter miedo, nunca se acaban las excusas.

Juventud sin miedo, tiempos de crecimiento de una generación que no prepararon para sufrir.

Finales de los noventa, el efecto 2000 era la amenaza, el AVE un objetivo. Turismo que crecía cada año, teléfonos móviles que su objetivo era ser más pequeños. Motores Diésel que ganarían la partida a los gasolina y que ahora son el veneno de las ciudades.

Música Makina, solo apta para parrilleros decían, prefiero no hablar de las letras actuales del regeton y sucedáneos posteriores. Mejor no decir nada que cantar lemas obsoletos y denigrantes.

Nostalgia de la buena, de una época gloriosa o simplemente de la que te quedas con todo lo bueno, lo malo fue un puro aprendizaje

Hoy he despertado nostálgico y como siempre un poco crítico con esta situación surrealista que vivimos día a día que es imposible aislarse salvo que te recluyas permanentemente en casa y tengas alguien que te suministre víveres para no tener contacto exterior.

Siempre naturaleza para tener una cierta paz interior