Porque ser un buen padre no es nada fácil. La primera vez que tienes a tu bebé en brazos ya sabes que tú vida ha cambiado.
Es increíble el instinto rápidamente te hace hacer cosas que no sabias que podías hacer.
Es todo muy intenso, yo por suerte he podido disfrutar y sufrir la paternidad.
Dos niños que me acompañan siempre, yo soy su referente, aunque no sea nadie especial, para ellos soy como un superhéroe.
A veces piensas que no te recompensan el esfuerzo, pero en cualquier momento con un abrazo o gesto cariñoso ya se te olvida.
Quieres lo mejor para ellos, te preocupas de que todo lo lleven bien, te sorprendes de lo que son capaces de hacer.


Los vínculos familiares no se tienen que perder, la circunstancias cambian pero hay que intentar mantenerlos. Parte de lo que eres es de tu infancia cuando adquieres hábitos y maneras de ver la vida en familia además del exterior. Durante la infancia es tu mayor referencia, no hay ningún problema en reconocerlo, tu padre está hay para decirte que te equivocaste de camino, puede que no le hagas caso, pero al final le darás la razón. Ya lo dicen que más sabe el diablo por viejo que por Diablo.
La experiencia es un grado, pero cada uno tiene su propio modo de vida, el mundo en constante evolución, hace que cada generación tenga ciertas diferencias con la anterior, pero con el tiempo tampoco sera tan diferente. El escenario cambia pero la historia se repite.
En una buena familia hay un núcleo de confianza y seguridad que jamás te dará el mundo exterior. Códigos éticos que solo sus miembros conocen.
Tradiciones, miedos que se ocultan, secretos familiares. Te ayudan cuando nadie te puede ayudar y te vuelven a dar una oportunidad aunque no siempre la mereces.
Para mi eso es ser padre y tener una familia, es el máximo nivel de socialización humano. Sus propias normas y costumbres, es tu primer equipo y el más fiel de todos.


